Laura Carlsen | 14 de abril de 2008
Versión original: Food Fights
Traducción por: Annette Ramos
Hubo que escabullirse para eludir los alimentos que se estaban lanzando de un lado al otro en la cafetería global esta semana.
Por primera vez desde que las hambrunas generalizadas arrasaron con poblaciones completas, se están experimentando serias dudas acerca del abastecimiento global alimenticio a través del mundo.
El problema esta vez no es tanto una cuestión de la cantidad de comida producida (como si lo hubiese sido jamás), sino acerca de para qué se utilizarán los terrenos productivos, quién nos dará de comer, y quién va a comer.
En Argentina, los productores de soya bloquearon carreteras para protestar un aumento de impuestos sobre las exportaciones que el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha gravado. Los productores de soya han cosechado una bonanza financiera durante los últimos años, gozando de una zafra de precios altos con el apoyo completo del gobierno, desplazando a los pequeños productores agrícolas de sus tierras. Mientras volaban insultos entre los políticos y los exportadores, los consumidores urbanos estaban padeciendo escasez de alimentos debido a la interrupción en el transporte de comida entre el campo y las ciudades.
En Bolivia, los productores del aceite de cocinar se manifestaron en contra de la prohibición temporal gubernamental de exportaciones. El gobierno boliviano del presidente Evo Morales ha congelado las exportaciones hasta que la demanda doméstica se pueda satisfacer a precios alcanzables. Los productores en la provincia de Santa Cruz usaron la ocasión para reiterar demandas para la autonomía regional e intensificaron su oposición a las políticas de bienestar social del gobierno.
En México, los cabilderos de las empresas de la biotecnología se acercaron un paso más a la legalización en el país del maíz transgénico (GM por sus siglas en inglés), con nuevas reglas que se establecerían según una nueva ley de bioseguridad confeccionada para saciar sus intereses. Las organizaciones de campesinos advirtieron que las medidas amenazan las variedades nativas de maíz, el pan de cada día para muchos y la soberanía nacional alimenticia. Entre el maíz transgénico y las variedades nativas ocurre la polinización cruzada natural, lo cual crea contaminación genética de variedades que los campesinos indígenas han desarrollado a través de los siglos. Su uso también ocasiona la dependencia de los campesinos en las compañías transnacionales de semillas, en vez de fiarse de las prácticas de guardar semillas como se ha hecho por miles de años.
Cada uno de estos conflictos se encuentra inmiscuido en su propio escenario político complejo. Pero tienen algo en común: son parte de una batalla por el futuro de la comida y la agricultura. Según los precios de los artículos básicos siguen elevándose grandemente, los campesinos en vez de gozar de los beneficios, se hallan enfrentándose a nuevas amenazas a su capacidad de ganarse la vida.
Un informe reciente de la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico de la Organización de las Naciones Unidas (CESPAP) advierte que los precios globales de la comida van a permanecer altos. El informe le echa la culpa en parte al auge de los biocombustibles por los costos de comida en aumento.
"Ya que las fuentes principales para los biocombustible son los granos y las semillas de las cuales se devenga aceite, el precio creciente del petróleo ejerció gran impulso en la marcha hacia arriba de los precios de las materias primas agrícolas en el 2007, los cuales gozaron de sus mejores niveles en casi 30 años. Cuando el petróleo alcanzó $100 por barril en enero del 2008, los precios de la soya alcanzaron su nivel más alto en 34 años, los precios del maíz se acercaron a su precio más alto reciente durante los últimos 11 años, los precios del trigo estaban justo debajo de su precio más alto de todos los tiempos, los precios de las semillas de colza se elevaron a niveles record y los futuros de aceite de palma alcanzaron un nivel de alto histórico". El informe concluye aseverando que "Los gobiernos necesitan considerar cuidadosamente el impacto que tienen los biocombustibles en los pobres".
Otros factores que se han juntado para crear la crisis del abastecimiento alimenticio incluyen el cambio climático, la concentración en la producción y el mercadeo, el desparrame urbano en crecimiento, la erosión y contaminación de los recursos naturales, la demanda mayor para ganadería y políticas gubernamentales que han hecho que la labranza de los pequeños productores agrícolas—hasta el día de hoy la fuente de la mayoría del abastecimiento alimenticio del mundo—una actividad económica "nocompetitiva" (y por lo tanto noviable).
Todo esto trae a colación el problema de quién tiene acceso a la comida. Con los precios internacionales en aumento, el acceso de facto a los alimentos básicos para los pobres está en peligro.
La ONU ha pronosticado que los precios globales de la comida van a aumentar a razón de 20-50% para el 2016. Las alzas en los alimentos básicos afecta n de peor manera a los pobres en zonas urbanas, ya que el acceso a la comida es precario y se ven forzados a gastar un porcentaje más alto de sus ingresos totales en darle de comer a sus familias.
Cuando esto ocurre, los gobiernos tienen que volver a plantearse su dependencia en el mercado internacional para la comida y tienen que volver a considerar las políticas que fomentan el uso de la tierra para producir los cultivos industriales para la exportación. Bolivia no es el único país que ha tenido que recurrir a las prohibiciones de exportaciones. Enfrentándose a una escasez seria de arroz y preciso altos, Cambodia, India y Egipto en efecto han prohibido las exportaciones, y Vietnam ha impuesto límites en las exportaciones. Las Filipinas, sin poder satisfacer su propia demanda, ha tenido que implorar por recortes en su consumo.
También ya es más que tarde para que las instituciones de gobierno global le den un vistazo bien detenido a los costos humanos implicados al permitirle a un puñado de empresas transnacionales controlar una cantidad tan grande del abastecimiento global alimenticio. La crisis de la tortilla en México resultó ser un problema mayormente de control especulativo de la oferta en vez de un problema verdadero de oferta y demanda.
Sin embargo, el poder económico de las compañías agrícolas industriales ha crecido tanto en los últimos años, que los intentos del gobierno o la sociedad civil para salvaguardar el abastecimiento alimenticio se han topado con resistencia que posiblemente conlleve la desestabilización. A menos que los gobiernos se aferren a su derecho de dictar normas con respecto al abastecimiento alimenticio, estas escaramuzas pudieran resultar en una guerra total.
Laura Carlsen (lcarlsen(a)ciponline.org) es directora del Programa de las Américas en la Ciudad de México. El blog de las Américas México se encuentra en www.americasmexico.blogspot.com
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Fernando V. Ochoa
cel 6621 50-83-33
ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.
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