21 de abril – Todas las mañanas y durante una semana, 17 angustiados corredores de valores de una firma de Londres empezaron su día de trabajo escupiendo en nombre del avance científico. Luego de analizar las muestras de saliva, los investigadores de Cambridge University llegaron a la conclusión de que veían un mercado de valores en esteroides. Los análisis revelaron un hecho curioso acerca de la bioquímica de las pérdidas y ganancias: mientras más elevado sea el nivel de testosterona de un corredor por las mañanas, es más probable que se corredor tenga un buen día. . . hasta cierto punto. En el tubo de ensaye de una ajetreada casa de bolsa, con millones de dólares en juego, los científicos analizaron la forma en que química natural del temor, la confianza y el regocijo pueden influir en la toma de decisiones en formas que desafían la lógica o la teoría económica. Al vigilar la química corporal, encontraron indicios de que la testosterona y una segunda hormona, llamada cortisol, pueden contribuir en las burbujas y las fallas irracionales de comportamiento del mercado. Los investigadores de Cambridge tomaron un enfoque poco convencional ante la controversia, de muchos años, sobre la importancia de las emociones en la economía. Investigaron los cambios bioquímicos en los agentes profesionales de bolsa, que toman decisiones sobre las inversiones. "Con las hormonas, tenemos un vínculo entre el cerebro y lo que ocurre en el mundo real", dijo John M. Coates, investigador senior de Cambridge, quien hace poco reportó sus descubrimientos en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences. "Queremos saber cómo trabajan el sistema endocrino y el cerebro, en conjunto, para generar el comportamiento financiero". Para bien o para mal, la bioquímica hace que el dinero se nos suba a la cabeza. "Necesitamos comprender qué aspectos fisiológicos del comportamiento cerebral influyen de verdad en las decisiones financieras", dijo Andrew Lo, economista financiero del MIT. En un experimento aún no publicado, hace poco conectó a los corredores de la Bolsa de Boston a sensores médicos y evaluó en tiempo real su estrés, exuberancia y tensión en relación con las pérdidas y ganancias. "Hay que entender el mecanismo de cómo el temor y la codicia influyen en las decisiones del mercado", añadió. En hombres y mujeres, la testosterona es un componente natural en la química de la competencia, como lo han demostrado estudios en animales y seres humanos. Aumenta la persistencia, la temeridad y la disposición a tomar riesgos. Entre los atletas, se eleva en la victoria y disminuye en la derrota. En la actividad diaria de corretaje, el Dr. Coates y su colega de Cambridge Joseph Herbert buscaron evidencias de lo que los endocrinólogos llaman el "efecto del ganador", en el que las victorias sucesivas aumentan cada vez más los niveles de testosterona, hasta que el ganador, ya borracho de éxito: tan confiado que no puede pensar con claridad, ni evaluar los riesgos en forma adecuada, ni tomar buenas decisiones. "Me pregunto si lo mismo ocurría en Wall Street", dijo el Dr. Coates. Demasiada testosterona podría hacer ridículamente confiados a los corredores, y exagerar un alza del mercado. A su vez, demasiado cortisol, secretado en respuesta al estrés, podría hacerlos demasiado temerosos al riesgo, y convertir una leve caída del mercado en un crack bursátil. Los investigadores convencieron a una casa de bolsa de Londres para que fuera su laboratorio de campo. La firma empleaba a 260 corredores, de los cuales cuatro eran mujeres. 16 se ofrecieron como voluntarios. Si bien otros analistas ya han examinado cómo invierten los hombres y las mujeres, este experimento no estudió las diferencias de género. No se identificaron la casa de bolsa ni los corredores. Todos los voluntarios fueron de los llamados ruidosos, que compran y venden valores rápidamente para obtener dividendos de las pequeñas pero vertiginosas variaciones en el precio de las acciones. En sus transacciones arriesgaron hasta 2,000 millones de dólares a la vez. "Están dentro y fuera, a veces en segundos", dijo Coates. En este piso de remates, todo depende de compromisos de fracciones de segundos. No reciben salario ni bonos: sólo dependen de sus ganancias. . . si las hay. "O se gana dinero o se deja el trabajo", dijo Coates. Se analizaron los niveles de testosterona y de cortisol al inicio y al final del día de operaciones. Para asegurar un rango de altas y bajas financieras, los investigadores efectuaron el estudio durante una semana en la que se programó la publicación de una serie de importantes reportes sobre el empleo y la manufactura de Estados Unidos. Éstos correlacionaron los niveles de hormonas esteroidales con la cantidad de dinero que ganó o perdió cada corredor. En las mañanas de altos niveles de testosterona, 14 de los 17 corredores tuvieron más dinero del usual durante el resto del día. Otros días, el estrés de la volatilidad del mercado aumentó los niveles de cortisol. En algunos corredores, los niveles de cortisol se elevaron o cayeron en un factor de cinco, tal vez minando con ello su confianza. Para todos los aspectos superficiales, "de los corredores experimentados fue sigilosa y de rostro meditabundo, como si mantuvieran el control", dijo Coates, un excorredor de Wall Street. "De hecho, en el interior, los sistemas endocrinos estaban muy acelerados. Era casi como si hubieran aprendido no sólo a controlar estas hormonas, sino también a manejarlas". El Dr. Coates advirtió a los corredores en contra de mejorar su rendimiento en el mercado al consumir testosterona. "Me aterroriza que se pongan parches de esa cosa en los hombros antes de ir a trabajar", dijo. "De hecho, pensamos que esta molécula desestabiliza la toma de riesgos, más que optimizarla". Traducido por Luis Cedillo Editado por Juan Carlos Jolly Copyright © 2008 Dow Jones & Company, Inc. All Rights Reserved |
Fecha de publicación: 28/04/2008 |
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Fernando V. Ochoa
cel 6621 50-83-33
ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.
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