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Tolyatti, Rusia, 24 de marzo – Para Renault, la inversión de mil millones de dólares en el gigante automotriz ruso inmerso en problemas, es una apuesta para entrar en uno de los mercados automotrices de mayor crecimiento del mundo. Para Vladimir Vladimirovich Putin, es la validación del capitalismo à la Kremlin.
Durante mucho tiempo, la mayoría de los inversionistas extranjeros rehuyeron la armadora rusa Avtovaz, un coloso cuyos modelos anticuados, plantas ineficientes y finanzas corrompidas por la mafia representaban todo lo malo de la industria postsoviética. Pero en 2005, el presidente Putin envió a un antiguo colega de la KGB a limpiar el lugar. El año pasado, importantes armadoras ya hacían cola para poder licitar por una parte de la empresa. Carlos Ghosn, director general de Renault, voló personalmente para quedarse con el contrato.
El acuerdo de Avtovaz sólo es el ejemplo más reciente de la estrategia del Kremlin de re-nacionalizar y pulir las empresas, para después vender una participación minoritaria de éstas a los extranjeros, a precios elevados. En 2006, el gigante petrolero estatal Rosneft, con activos tomados de Yukos, realizó una oferta pública inicial de 10,700 millones de dólares en Londres. El monopolio del gas Gasprom se ha vuelto una inversión básica en las carteras occidentales, aún cuando el Kremlin ha hecho más estricto su control sobre la empresa.
El Kremlin, convencido de haber encontrado una fórmula ganadora, planea flotar las acciones en bolsa de una serie de empresas de las que tomó el control. Es seguro que esta política continuará bajo la égida del sucesor designado por Putin, Dmitry Anatolyevich Medvedev, quien ocupará la presidencia en mayo próximo.
Los resultados como el acuerdo con Renault ayudan a explicar por qué las conferencias occidentales sobre las deficiencias de la nacionalización suenan huecas en el Kremlin. Antes de la apropiación por parte del estado, "un inversionista nunca habría llegado a una empresa tan debilitada" como Avtovaz, dijo Boris Alyoshin, director general y exdirector de la agencia industrial estatal de Rusia. "Teníamos que convertirla en un verdadero negocio".
En la década de 1990, los consejeros occidentales promovieron la privatización como clave para solventar los problemas que aquejaban a la industria rusa; aunque los inversionistas extranjeros permanecieron alejados. Pero hoy, los extranjeros hacen cola para hacer tratos con empresas vinculadas con los gigantes manejados por el Kremlin.
"El año pasado, el flujo de capital privado a Rusia llegó a 80,000 millones de dólares", dijo Putin el mes pasado. "¿Indica eso disuasión de los inversionistas? Todos quieren trabajar con nosotros".
De hecho, las inversiones extranjeras aumentan al tiempo que ha aumentado la participación del gobierno ruso en las empresas que se negocian en bolsa. Las acciones del gobierno en las empresas ascienden ahora a 40%, contra 24% hace cuatro años: un aumento que se presenta ante la mayor consolidación del control del Kremlin sobre la prensa y la política de Rusia.
Este último acuerdo impulsa a Renault a la cabeza de una lista de armadoras con sed de crecer y que buscan aprovechar la creciente demanda de autos en los mercados emergentes. Al añadir las ventas de Avtovaz a sus marcas, la empresa francesa tendrá casi 40% del mercado automotriz ruso, en rápido crecimiento y que se pronostica que se convertirá en el mayor mercado europeo en 2010.
Pero los términos que dictó el Kremlin hacen riesgoso este acuerdo. En las anteriores inversiones en armadoras en problemas, como Nissan Motor de Japón y Automobile Dacia de Rumania, Renault siempre logró el control administrativo. El Kremlin no lo permitió. Renault sólo pudo adquirir 25% de las acciones. El control del consejo y de la dirección de Avtovaz aún radica en el gigantesco superholding del estado, Rostekhnologii, creado por Sergei Chemezov, un antiguo colega de Putin en la KGB.
Otro riesgo: Avtovaz necesita miles de millones de dólares en nuevas inversiones, pero la mayoría del efectivo que Renault envía no será para la empresa misma. En su mayor parte, se dedicará a una reestructuración bursátil que sólo beneficiará al Kremlin.
Tal vez más lo importante sea que, si bien que los contactos de alto nivel hicieron posible el acuerdo, los cambiantes vientos políticos pueden volver peligroso el hacer negocios en Rusia. General Motors pensó haber logrado una alianza adecuada al hacer equipo con Avtovaz en 2002 en una asociación en participación para fabricar los pequeños Chevy, pero el trato casi colapsó luego que el Kremlin nacionalizara la empresa en 2005 (el acuerdo con Renault no afecta de manera directa la asociación en participación de GM).
Los riesgos que pueden enfrentar los inversionistas extranjeros se hicieron evidentes esta semana, cuando la policía rusa allanó las oficinas de BP y su asociación en participación TNK-BP, y acusó más tarde a un empleado de realizar espionaje industrial, lo que podría ser una señal de la presión del Kremlin ejercida sobre la empresa para venderla a Gazprom. Otro gigante petrolero occidental, Royal Dutch Shell, se ve obligado a abandonar un enorme campo petrolero marítimo en beneficio de Gazprom.
Asimismo, Avtovaz, que proporciona una red de seguridad social a la región donde se encuentra en el sur de Rusia, se niega a reducir su excesivo personal. Su enorme fábrica emplea a 104,000 personas, que arman 736,000 autos anuales; en Renault, 130,000 personas producen 2.43 millones de unidades cada año.
Traducido por Luis Cedillo
Editado por Juan Carlos Jolly
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Fecha de publicación: 01/04/2008 |
Fernando V. Ochoa
cel 6621 50-83-33
ser como el clavo, que aun oxidado, sigue siendo clavo.
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